lunes

Culturas


“Para el perfecto vagabundo, para el observador apasionado, hay un inmenso goce que consiste en elegir domicilio en el movimiento, sentirse en casa en cualquier parte. Observador, paseante, filósofo, llamadle como queráis. A veces es poeta, más a menudo se aproxima al novelista o al moralista, es el pintor de circunstancias y de todo cuanto sugieran lo eterno.”
Charles Baudelaire

·Es Viernes a la tarde, y hoy el plan es distinto al de siempre. No salgo corriendo de la facultad para alcanzar el colectivo y llegar a casa a trabajar. Hoy me tomo mi tiempo, me encuentro en la facultad con otras tres compañeras y partimos hacia el destino común. Esta tarde de Viernes, lejos de la rutina, me va a sorprender.

Después de caminar unas cuadras, tomarnos un subte, y caminar otras cuadras más llegamos al Centro Cultural Borges. Ya conocía este lugar, había entrado otras veces a ver otras exposiciones o simplemente a “chusmear” mientras paseaba por Galerías Pacífico, donde se encuentra.

Esta vez el propósito es otro: con agenda y lapicera en mano, entro a ver la exposición de fotos de Steve McCurry llamada “Culturas”. Algo había escuchado de este fotógrafo tan reconocido: fotografiaba escenas de países como India, Afganistán, Pakistán, estuvo en medio de conflictos bélicos, con su fiel cámara y su foto más conocida es la de una niña afgana de ojos increíbles, sin su tradicional ropa cubriendo su cara.

Al entrar a la sala no se por donde empezar. Si bien las fotos en las paredes siguen un recorrido lógico, todo me llama la atención y me toma unos segundos decidirme por dónde empezar. Me recibe en esa pared un título de “Vida cotidiana” que inicia una serie de secciones –por llamarlas de alguna manera– que clasifican esta seguidilla de fotografías. La primera que veo es de dos trabajadores empujando una locomotora cerca del Taj Mahal. Por unos minutos anoto todo lo que veo: descripciones de las imágenes para luego recordarlas, y los títulos que tienen a su lado. Luego de un par de fotos más me absorbo en la experiencia y mis anotaciones no son las mismas. Me doy cuenta que también debería estar pensando en una óptica que darle a mi crónica.

Parece bastante obvia de pronto, evidente.. Las fotos, las frases que las acompañan en una prolija imprenta gris, los momentos que Steve capturó me hacen pensar en un viaje. En muchos viajes, pero no cualquier tipo de viaje. No entiendo bien porqué, pero estas fotos de niños corriendo por pasillos, hombres con agua hasta el cuello en inundaciones o mujeres en medio del desierto me remiten a un viaje por obligación. Todos estos pensamientos y sentimientos se entrecruzan en mi cabeza y en ese momento lo veo.

Sobre una imagen de un niño “en medio de una fuga”, como dice su copete, veo la frase “¿Qué perderemos, si viajamos sobre el oro labrado? ¿Qué perderemos , si nos lanzamos, como dos pájaros, a los campos?”. Casi automáticamente pienso en que todas estas personas están escapando de algo. Son situaciones extremas las que veo y hasta me da un poco de vergüenza pensar en las distintas preocupaciones que pasaban por mi cabeza unas horas antes, al compararlas con las que deben estar en las mentes de las personas acá retratadas. Parecen hasta burdas cuando me doy cuenta que yo al llegar a casa voy a tener mi plato de comida caliente asegurado, mi abrigo y una cama donde dormir. Cosas que damos por sentado, y que una sola imagen (como la de pescadores en Sri Lanka) demuestran que no siempre es así.

Continúo mi recorrido a través de la muestra y las imágenes me siguen contando historias. Una aprendiz de geisha en una estación de subte en Kyoto, un trabajador de minas de carbón en Afganistán, monjes bajo la lluvia en Camboya, una estatua de Buda en Mandalay, peregrinos orando en Calcuta.. y así persisten esos relatos, esas caras y lugares que jamás soñé conocer.

Casi sin notarlo llego a la segunda sección, luego la tercera. “Historias en un rostro”, “La mística de lo sagrado”.. Veo muy presente la religión y las creencias. Costumbres marcadas a fuego en cada una de estas personas y civilizaciones. Banderas de oración cubriendo montañas en Tibet, hombres orando en una mezquita, aldeanos en el festival Holi. Sigo caminando y me sigo metiendo en esta cultura.

Ya me olvidé por completo que estoy en el medio de Microcentro, cerca de la calle Florida, la calle Corrientes. Espectáculos, vidrieras, comida rápida y turistas que pueden estar tan sorprendidos de nuestro estilo de vida como yo del de las personas que encuentro en estas fotografías.

Al llegar a la cuarta sección, “Culturas en crisis”, me topo con otra frase que llama la atención: “En el cielo no hay distinción entre Oriente y Occidente, la gente crea esa distinción en su propia mente y luego cree que es cierta”. Lo primero que se me viene a la mente son los fundamentalismos religiosos y las fidelidad tan intensa que veo en estas imágenes a las tradiciones, las costumbres. Uno de los cuadros muestra a una mujer viuda desde los catorce años que había sido recluída por su sociedad a vivir en Vindravan (la ciudad de las viudas), ya que se las considera “consumidoras de recursos limitados” y no pueden volver a casarse. Se me hace difícil pensar en un ejemplo así para “la cultura occidental”, pero de seguro lo hay. A pesar de todo, creo fervientemente en esa frase de que la diferencia está en nuestras mentes. Después de todo, lo estoy demostrando al no poder pensar en una similitud entre “ellos” y “nosotros”.

Minutos más tarde, no puedo evitar quedarme boquiabierta al ver un nene apuntándose con un arma a la cabeza, un ave muriendo embadurnado en petróleo crudo y un hombre sentado en el medio de una vía en Auschwitz, Polonia. El título de la película “El último tren a Auschwitz”, el recuerdo de todo lo que sé acerca de la segunda guerra mundial, y el nazismo me hacen doler un poco en el pecho. Pensar que la foto del niño con el arma en la mano es de Latinoamérica, me explica a su manera un poco más eso de que no existen diferencias.

Camino un poco más y la muestra va terminando. Se va escuchando un poco más el bullicio de la calle, hablo un poco con una pareja que estaba viendo la muestra. Me recomiendan otro fotógrafo, Sebastián Salgado, y termino mi paseo por estas culturas con una joven mirándome a los ojos, en un festival de caballos en Tibet.

Salgo de la muestra, más ruido. Camino un poco, llego a Florida, y me voy a comer para luego volver a mi casa. Las imágenes no dejan de dar vueltas en mi cabeza y no puedo esperar a llegar a mi computadora para poder buscarlas en internet, contarle a mis amigos acerca de lo que ví y cómo me impactó. A fin de cuentas, Steve logró su cometido. Tengo el doble de interés en la fotografía y las culturas que el que tenía el Viernes pasado.

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